
Cultivo del Bonsái
Hay que cultivarlos en el exterior durante todo el año. No obstante, en el caso de las especies tropicales y subtropicales, éstos han de protegerse de las temperaturas bajas durante la época más fría, protegiéndolos en un invernadero frío muy bien iluminado.
En todo caso, si no disponemos de un invernadero frío y se cultiva en el interior de casa, el bonsái debe estar lejos de fuentes de calor, junto a una ventana muy luminosa y sólo durante la época fría del año (otoño/invierno).
Se ha de regar cuando la superficie de la tierra comienza a secarse y de forma abundante, es decir, hasta que salga por el drenaje. Esto suele suceder dependiendo de muchos factores (época del año, clima de la zona, actividad del árbol, situación, etc) por lo que puede ser necesario regar varias veces al día en verano o cada dos o tres días en invierno.
Se debe emplear una regadera de agujeros finos, para así aportar más oxígeno, evitar degradar el sustrato y no alterar su granulometría ni el drenaje del mismo. La primera vez, se riega para humedecer la tierra por encima y una segunda vez al cabo de unos minutos, a fondo, hasta que el agua salga por los agujeros de drenaje de la maceta, evitando el encharcamiento de la tierra.
La mejor agua que se puede utilizar es la de lluvia, ya que es la que absorben las raíces de los árboles en su estado natural. Al utilizar agua de uso corriente se recomienda dejarla reposar como mínimo 24 horas, ya que de este modo gran parte del cloro y demás elementos químicos nocivos quedan en el fondo del recipiente. Es recomendable el uso de agua con un pH de 6,5.
La pulverización de las hojas sólo debe emplearse cuando se haya aplicado un tratamiento fungicida preventivo en primavera y otro en otoño, de lo contrario aparecerán los hongos, especialmente si el cultivo es en invernadero.
Si el sustrato está muy seco o el agua no penetra bien en el suelo, es conveniente sumergir la maceta en agua y dejarla reposar unos minutos. No obstante, este sistema de riego sólo se debe utilizar en caso de emergencia y nunca como un método habitual de riego.
El más adecuado es el abono orgánico sólido (hechos con harinas, de soja, de sangre o huesos). Hay que abonar especialmente durante los períodos de crecimiento y formación de yemas (primavera y otoño). Si se usa fertilizante químico líquido se deberían seguir las instrucciones del fabricante, ya que si se utiliza en exceso se pueden quemar las raíces. En período de reposo vegetativo, es preciso dejar de abonar, salvo que su cultivo sea en interior. Es importante recordar que no se deben abonar plantas débiles o enfermas, ni durante los treinta días posteriores a un trasplante o poda.
Las plantas, en general, necesitan tres tipos de nutrientes esenciales para florecer: nitrógeno, fósforo y potasio. Muchos abonos lo contienen en diversas proporciones y diferentes concentraciones. En la lista de contenidos de los fertilizantes que encontramos en el mercado se puede observar las iniciales N (nitrógeno), P (fósforo) y K (potasio) seguidas de tres números. Éstos indican la relación entre los tres nutrientes. El número mayor señala la concentración más alta de nutrientes. Por ejemplo, NPK 6:6:6 es un abono equilibrado de fuerza moderada, mientras que por ejemplo NPK 20:5:5 es un abono elevado en nitrógeno que se usa en el césped. En el envase se debe mostrar la información detallada de disolución y la frecuencia de aplicación. Es importante seguir estas instrucciones. Si se utiliza una dosis menor de la recomendada, la utilidad del fertilizante disminuye. Si se usa una dosis mayor, se podría llegar a «quemar las raíces», lo que perjudica al bonsái. En cualquier caso, es mejor usar una dosis inferior de la recomendada. Muchos fabricantes aconsejan aplicar la mitad de la dosis y usarla con más frecuencia que una dosis grande y con menor frecuencia.
Como complemento a los tres nutrientes básicos, las plantas necesitan otros elementos, los macro y micronutrientes esenciales. Los suelos fértiles que encontramos en la naturaleza contienen pequeñas cantidades de tales elementos, pero los componentes inertes que suelen usarse como sustrato de bonsáis no. Algunos abonos orgánicos proporcionan algunos de ellos, como magnesio, zinc e hierro, pero no son solo estos los que las plantas necesitan. Muchos abonos químicos contienen estos macro y micronutrientes, en cuyo caso deben figurar en la lista de contenidos del envase. Si se prefieren los nutrientes orgánicos es recomendable informarse bien y buscar los aditivos específicos. Algunas personas suelen estar tentadas a utilizar compuestos a base de estiércol de granjas para abonar sus bonsáis, aunque esto solo es recomendable para árboles bien enraizados, ya que para un árbol que inicia su proceso de enraizamiento o recién trasplantado, implicaría introducir agentes patógenos a un árbol confinado a un espacio tan pequeño.
- Nitrógeno (N): El nitrógeno es responsable del desarrollo de los brotes y del follaje, y en definitiva, del crecimiento. Poco nitrógeno puede conducir al declive de la planta; las hojas se vuelven pequeñas, deformes y con aspecto desvaído. Si no hay nitrógeno en el sustrato, la planta morirá en pocos meses. Demasiado nitrógeno, en cambio, podría resultar en un crecimiento desmedido, con grandes hojas y brotes hinchados de agua lo que, en consecuencia, los hará muy quebradizos y delicados.
- Potasio (K): Este elemento es el más importante para el crecimiento de frutos y flores. Incrementar el aporte de potasio en la dieta de los manzanos y las azaleas que tienen pocos frutos o florecen pobremente, hará que aumenten el número de éstos en la primavera siguiente. El potasio también ayuda a consolidar el lento crecimiento para preparar la planta para el invierno. Una insuficiencia de potasio en las especies que no florecen tiene como consecuencia la muerte en el invierno.
- Fósforo (P): El fósforo es esencial para el desarrollo y buen funcionamiento de las raíces. Se usa habitualmente en concentraciones altas en plantas recién plantadas y planteles comerciales. Además facilita el engrosamiento de los troncos y las ramas. Ayuda a establecer las condiciones apropiadas para la producción del follaje y de los brotes de flor. También mejora la resistencia de las plantas al estrés y a las enfermedades. Un crecimiento débil y el color pálido pueden ser el resultado tanto de un aporte excesivo como de carencia de fósforo.
- Oligoelementos: Conocidos también como macro y micronutrientes que resultan esenciales para las plantas: hierro, zinc, cobre, boro, magnesio, cloro, calcio, molibdeno, azufre y manganeso. Todos ellos contribuyen a la salud general de los árboles y la falta de estos nutrientes se refleja en la carencia de lustre, en la apariencia y en un desarrollo lento. El follaje estará pálido y crecerá débil. Entre ellos, el azufre, el magnesio y el calcio son macronutrientes y se necesitan en mayores cantidades que los llamados micronutrientes.
Podemos diferenciar dos tipos de podas:
- Poda de mantenimiento: se utiliza cuando el bonsái ya tiene una forma y estilo definido y sirve para acentuar las formas deseadas. Para hacerlo se podan las ramitas cuando tienen 7 u 8 pares de hojas, cortando por encima de los 2 o 3 primeros pares de hojas. Se han de quitar las hojas amarillas y los brotes del tronco.
- Poda drástica o de formación: consiste en podar el bonsái drásticamente para darle la forma deseada. La forma de poda más drástica es la que se realiza a los ejemplares en escoba: cuando se quiere crear este estilo se debe cortar el tronco con una navaja afilada en bisel o concavamente para que todas las ramas que surjan lo hagan desde el mismo punto. Para que éstas crezcan hacia arriba conviene rodear el corte con un cartón opaco que sobresalga unos 5 cm para que las ramitas se dirijan hacia arriba disimulando la cicatriz. La herida del corte se debe sellar con una pasta cicatrizante.
Nos referimos al trasplante cuando cambiamos al bonsái de maceta o, manteniendo la misma maceta, realizamos un cambio de sustrato. El sustrato utilizado en bonsái, aunque inerte, pierde sus cualidades cada pocos años, por lo que es necesario trasplantarlos dependiendo de la especie, situación y en qué punto del diseño se encuentre cada ejemplar. En el momento del trasplante se ha de recortar una parte de las raíces y podar las ramas en una proporción similar. En general, suele hacerse al comienzo de la primavera, justo cuando las yemas están hinchadas pero los brotes aún no han abierto, cortando entre 1/3 y 2/3 de las raíces, dependiendo de la especie, aunque puede haber casos en los que no sea necesario.
Hay dos clases de raíces: las de sostén y las de alimento. Se deben cortar las primeras. Estas pueden reconocerse porque son largas y más gruesas. Las de alimento son más finas y con pequeños filamentos parecidos a cabellos. Estas no se deben cortar. Esta operación es delicada y si no se está seguro de que el bonsái sobreviva es mejor no podar las raíces o consultar con un profesional. En cualquier caso, el volumen de raíces que dejemos debe ser 1/3 superior al volumen de copa o parte aérea.
El musgo es una parte decorativa, opcional, que aporta una textura sedosa a la superficie del suelo, aunque también es útil para mantener mejor la humedad en la tierra durante la época seca.
No obstante, aunque el musgo resulta agradable visualmente, es necesario que no cubra más del 50% de la superficie de la maceta para que las raíces puedan respirar adecuadamente y se pueda realizar un riego correcto observando el estado en que se encuentra la superficie de la tierra. En ningún caso se debe cubrir parte del tronco.